La vista es, para muchos, el sentido más relevante. Entre el ochenta y el noventa por ciento de la información que llega a nuestro cerebro lo hace por medio de los ojos y, de ahí que, es lógico que este renombrado refrán asimile la vista al hecho de ser siendo conscientes de un acontencimiento. Mas, ¿es literalmente de esta forma?, ¿sentimos menos con los ojos cerrados?
Multitud de estudios mantienen que, cuando la vista falta, el resto de sentidos se aguza. Más o menos un noventa por ciento de los estímulos que percibimos y procesamos con nuestro cerebro, son visuales. Eso querría decir que los otros 4 sentidos deben repartirse el insignificante diez por ciento sobrante. No es extraño entonces que, cuando deseamos gozar sin interferencias de un sabor, un fragancia, un sonido o bien un tacto, cerremos los ojos de manera automática.
La vista y el oído
Conforme con una investigación efectuado por François Champoux, especialista en audiología y neurociencia de la Universidad de la ciudad de Montreal, las personas ciegas tienen una capacidad mayor para encontrar la procedencia del sonido. Su investigación sugiere asimismo que los invidentes podrían distinguir mejor las frecuencias de sonido. Trabajos anteriores prueban que en el momento en que una persona pasa un tiempo con los ojos vendados ubicada en el centro de una sala con altífonos envolventes, su porcentaje de aciertos con respecto a la dirección de la que proceden los sonidos aumenta al cabo del rato.
Los sonidos holofónicos han sido grabados de tal modo que la persona pueda sentir que el sonido procede de diferentes lugares. Te invitamos a que cierres los ojos para percibir ciertos vídeos de sonido holofónico que hay colgados en youtube.
La vista y el tacto
Una investigación, dirigida por Daniel Goldreich, doctor de la Universidad McMaster (Canadá), prueba que las personas ciegas de nacimiento advierten la información táctil más veloz que las personas con visión normal. Para llegar a esta conclusión, los autores contaron con la participación de ochenta y nueve personas videntes y cincuenta y siete personas con distintos grados de pérdida de visión. Todos debieron distinguir los movimientos de una pequeña sonda con la que se golpeaban las yemas de sus dedos índices. La distinción de golpes suaves y fuertes se hizo sin inconvenientes. No obstante, en el momento en que un golpe suave iba seguido de una vibración prolongada, los participantes que no habían nacido ciegos o bien que tenían algún porcentaje de visión, advertían peor el golpe que los veintidos invidentes de nacimiento participantes.
Las yemas de los dedos forman una de las partes más sensibles del cuerpo. Tienen sensibilidad protopática, que percibe estímulos bruscos y dolorosos, y epicrítica, que deja distinguir texturas.
La vista y el olfato
Estudiosos del Departamento de Sicología de la Universidad de la ciudad de Montreal mantienen que los invidentes no tienen mejor olfato que las personas que ven. Para llegar a esta aseveración, el equipo de Maurice Ptito, maestro de la Escuela de Optometría de la Universidad de la ciudad de Montreal, evaluó a veinticinco sujetos, once de los que presentaban ceguera de nacimiento. Todos debieron distinguir dieciseis perfumes, y también identificar 3 olores: rosa, vainilla y un alcohol suave. Los resultados probaron que, aunque los olores son esenciales en la orientación de los invidentes, la ceguera no mejora necesariamente la precisión olfativa. El estudio descubrió que los ciegos emplean el córtex occipital, que generalmente se emplea para la visión, para determinar olores. O sea, que las personas ciegas reordenan esa una parte de su cerebro para dedicarla a otra labor.
El olfato es el sentido que se halla más cerca del hipocampo, una parte del cerebro asociada con la memoria. Está conectado además de esto con el sistema límbico, estructura cerebral que regula, entre otras muchas cosas, las conmuevas, el apetito y los instintos sexuales.
La vista y el gusto
La visión es vital en la percepción de el alimento. No solo desencadena el reflejo cefálico de la digestión (de ahí que acostumbra a decirse que se “come con los ojos”) sino aporta datos sobre las peculiaridades de los comestibles. Los resultados de una investigación dirigido por Maurice Ptito, maestro de la Escuela de Optometría de la Universidad de la ciudad de Montreal, prueban, primeramente, que la carencia de visión desde el nacimiento reduce la sensibilidad del gusto, y que los invidentes distinguen mejor los sabores dulce, salobre, ácido, amargo, umami, cuando son fuertes que cuando son sutiles. Seguidamente, si bien los invidentes innatos tardan menos en identificar los olores de comestibles comibles mediante sus fosas nasales, pierden esta ventaja cuando deben identificar estos estímulos puestos en la lengua.
Comer con los ojos cerrados, supone una experiencia absolutamente nueva. En los últimos tiempos se han popularizado las “cenas a ciegas”, en las que los comensales gozan de los comestibles sin verlos.
Multitud de estudios mantienen que, cuando la vista falta, el resto de sentidos se aguza. Más o menos un noventa por ciento de los estímulos que percibimos y procesamos con nuestro cerebro, son visuales. Eso querría decir que los otros 4 sentidos deben repartirse el insignificante diez por ciento sobrante. No es extraño entonces que, cuando deseamos gozar sin interferencias de un sabor, un fragancia, un sonido o bien un tacto, cerremos los ojos de manera automática.
La vista y el oído
Conforme con una investigación efectuado por François Champoux, especialista en audiología y neurociencia de la Universidad de la ciudad de Montreal, las personas ciegas tienen una capacidad mayor para encontrar la procedencia del sonido. Su investigación sugiere asimismo que los invidentes podrían distinguir mejor las frecuencias de sonido. Trabajos anteriores prueban que en el momento en que una persona pasa un tiempo con los ojos vendados ubicada en el centro de una sala con altífonos envolventes, su porcentaje de aciertos con respecto a la dirección de la que proceden los sonidos aumenta al cabo del rato.
Los sonidos holofónicos han sido grabados de tal modo que la persona pueda sentir que el sonido procede de diferentes lugares. Te invitamos a que cierres los ojos para percibir ciertos vídeos de sonido holofónico que hay colgados en youtube.
La vista y el tacto
Una investigación, dirigida por Daniel Goldreich, doctor de la Universidad McMaster (Canadá), prueba que las personas ciegas de nacimiento advierten la información táctil más veloz que las personas con visión normal. Para llegar a esta conclusión, los autores contaron con la participación de ochenta y nueve personas videntes y cincuenta y siete personas con distintos grados de pérdida de visión. Todos debieron distinguir los movimientos de una pequeña sonda con la que se golpeaban las yemas de sus dedos índices. La distinción de golpes suaves y fuertes se hizo sin inconvenientes. No obstante, en el momento en que un golpe suave iba seguido de una vibración prolongada, los participantes que no habían nacido ciegos o bien que tenían algún porcentaje de visión, advertían peor el golpe que los veintidos invidentes de nacimiento participantes.
Las yemas de los dedos forman una de las partes más sensibles del cuerpo. Tienen sensibilidad protopática, que percibe estímulos bruscos y dolorosos, y epicrítica, que deja distinguir texturas.
La vista y el olfato
Estudiosos del Departamento de Sicología de la Universidad de la ciudad de Montreal mantienen que los invidentes no tienen mejor olfato que las personas que ven. Para llegar a esta aseveración, el equipo de Maurice Ptito, maestro de la Escuela de Optometría de la Universidad de la ciudad de Montreal, evaluó a veinticinco sujetos, once de los que presentaban ceguera de nacimiento. Todos debieron distinguir dieciseis perfumes, y también identificar 3 olores: rosa, vainilla y un alcohol suave. Los resultados probaron que, aunque los olores son esenciales en la orientación de los invidentes, la ceguera no mejora necesariamente la precisión olfativa. El estudio descubrió que los ciegos emplean el córtex occipital, que generalmente se emplea para la visión, para determinar olores. O sea, que las personas ciegas reordenan esa una parte de su cerebro para dedicarla a otra labor.
El olfato es el sentido que se halla más cerca del hipocampo, una parte del cerebro asociada con la memoria. Está conectado además de esto con el sistema límbico, estructura cerebral que regula, entre otras muchas cosas, las conmuevas, el apetito y los instintos sexuales.
La vista y el gusto
La visión es vital en la percepción de el alimento. No solo desencadena el reflejo cefálico de la digestión (de ahí que acostumbra a decirse que se “come con los ojos”) sino aporta datos sobre las peculiaridades de los comestibles. Los resultados de una investigación dirigido por Maurice Ptito, maestro de la Escuela de Optometría de la Universidad de la ciudad de Montreal, prueban, primeramente, que la carencia de visión desde el nacimiento reduce la sensibilidad del gusto, y que los invidentes distinguen mejor los sabores dulce, salobre, ácido, amargo, umami, cuando son fuertes que cuando son sutiles. Seguidamente, si bien los invidentes innatos tardan menos en identificar los olores de comestibles comibles mediante sus fosas nasales, pierden esta ventaja cuando deben identificar estos estímulos puestos en la lengua.
Comer con los ojos cerrados, supone una experiencia absolutamente nueva. En los últimos tiempos se han popularizado las “cenas a ciegas”, en las que los comensales gozan de los comestibles sin verlos.